domingo, 7 de octubre de 2007

Nunca digas nunca

¿No te ha pasado nunca que crees que no vas a ser capaz de hacer algo y cuando por fin te lanzas y lo consigues descubres que te encanta?

A mi ya es la segunda vez que me pasa. Ha sido en la excursión a Cuenca con el cole mayor, más concretamente en el descenso de cañones. Por empezar desde el principio de los tiempos...

Después de dos horas de viaje, aunque más bien fueron de siesta, llegamos a Cuenca. Tengo que decir que Cuenca no es lo que se dice una ciudad mágica y con encanto, (que me perdonen los cuencos, tazas y demás recipientes para los cereales, pero en este blog la sinceridad es lo más importante), llegó la hora del descenso de cañones, pero antes había que ponerse el traje de neopreno, "enfundarse" sería más correcto porque aquello era más difícil que ponerse un traje de la Barbie.

Comenzamos con un ligero chapuzón para aclimatarnos, (¡ahora entiendo a los pobres pasajeros/bañistas del Titanic!), y con unos cuantos toboganes, (resulta que el Júcar es mejor que un acuapark).

Por fin, el gran momento, el gran salto, 10 metros me separaban del agua y la verdad, impresionaba bastante. Al principio me daba un poquito de miedo, hasta algo de vértigo, pero con la ayuda de mis compañeras colegialas, que me animaron, me lancé. Salté al agua, y ¿sabes qué?, ¡repetí!

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